martes, 21 de abril de 2009

Costumbre

Intento seguir con esta práctica de escribir de vez en cuando un poco. Si soy buena lectora puedo ser por lo menos una decente “escritora”. De paso repaso… repaso mi vida y repaso lo que escribí ayer y de tanto repasar es posible que encuentre un patrón, alguna conducta que me permita entender qué y cómo hacerlo. Porque la cosa es así… desde hace años como comida fea por no cambiar la receta… y si uno lo piensa en recetas no parece difícil, perece una pavada… un poco menos de sal, otro condimento… cambiar la marca de la pasta para conseguir un placer mayor a la hora de comer, es muy fácil, uno prueba, se equivoca, corrige, prueba y retoca, hasta conseguir el sabor y la textura esperados. Eso, con la comida. Con la conducta de un compañero no se hace lo mismo… no se cambia, se espera que el otro cambie, y el otro es como el granito. Uno repite acciones, cocina lo mejor posible, por el placer de combinar los sabores, de sentarse a comer una comida casera, hecha con tiempo, condimentada con cariño, elige el vino, elige las copas, elige el mantel, la servilleta y el plato… pero ya no elige la compañía, desde hace años la compañía es la misma y el gusto de la comida también… porque no hay receta que cambie el sabor de un plato degustado a disgusto. La pregunta del millón - si uno es capaz de cambiar tantas cosas a lo largo de los años, siempre en el intento de obtener los mejores resultados ¿Por qué no puede cambiar de compañía? ¿Qué imperativo lo ata a las viejas y repetidas conductas? ¿Qué temores o qué lealtades se ponen en juego a la hora de pensar en cambiar? ¿Por qué siendo tan intolerante puedo tolerar tanto?

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